Partió Porfi Jiménez, el gran capitán de la escena hemisférica
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JOSÉ VISCONTI
Porfi Jiménez, se dice, e instantáneamente se activa el vibrante pentagrama de América Latina. Se va y se queda. Hace el gesto de hasta luego pero no avanza más allá de la puerta de salida. Es nuestro, definitivamente.
Uno de los más destacados ejemplos, nuestro muy querido Porfi, en lo humano y artístico, de la vida transformada en perpetuo ritmo, inacabables armonías, ecos y sensaciones desde lo más profundo y hermoso de la música popular.
Todo esto lo ponemos en tinta gruesa para introducir en estas páginas el inevitable momento de anunciar el nos veremos de uno de los grandes de la creatividad a través de la batuta y las claves del reluciente sol de la inspiración.
Ayer, al atardecer, como si el gran maestro hubiera deseado partir hacia la eternidad envuelto en la suavidad del crepúsculo, nuestro estimado William Guzmán llamó a la Redacción de “Meridiano” para compartir el estupor ante estos latidos detenidos en su sensibilidad terrena aunque dichosamente atrapados en el recuerdo de infinitas horas de goce.
Dominicano por nacimiento, venezolano en el corazón, hondamente comprometido con nuestra cultura, cabeza de uno de los estilos orquestales más celebrados del hemisferio, recorrió etapas, a cuál más fructífera, sin perder, tampoco renunciar, a sus raíces, perfectamente distinguibles en múltiples producciones. Jamás perdió la batalla de la aceptación porque nunca negoció su razón de ser: el culto de la música auténtica.
Rendimos homenaje a su eminente trayectoria, premiada con el aplauso unánime, de todos los públicos, en todas las épocas.
Enviamos nuestro abrazo de reconocimiento a los muchísimos cantantes y músicos madurados bajo su calidez de protector y docente. En especial a su hija, la gran periodista y humanista Maritza Jiménez. Porfi fue el “Capitán” dominante en las mareas del arte verdadero
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