miércoles, 28 de septiembre de 2016

Tertuliasm,Billo vs gral Gomez



Edicion 484: Tertulias, Billo y Gómez

Swing 1

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Eleazar López Contreras

eleazarlopezc9@gmail.com
En el Club Central, organización juvenil que fue fundada en 1910, cuyas fiestas eran a beneficio de la Cruz Roja, solía tocar en un salónSwing 2 cercano a su piscina la Orquesta Ayacucho N° 1 (que grabó los primeros sones cubanos en Venezuela). A esta orquesta le siguieron la Jazz Band de Carlos Bonnett (1924) y Le Perroquet Royal Jazz Band (1927), la mejor de la ciudad. Le Perroquet era solo un cuarteto conformado por músicos multiinstrumentistas, que vino de Italia para el “dancing-club” La India donde tocaba Dixieland, Ragtime y otros ritmos, con piano, batería, violín, saxos, trompeta, banjo y guitarra.
Además de los ritmos norteamericanos entonces de moda en los años 20, La India impuso la cola criolla, el cocktail de champaña y el tonificante y ambarino Manhattan (que se confeccionaba con whisky, vermouth dulce y amargo), los cuales disfrutaba la clientela después de la retreta que, a partir de 1914, cerraba con el ya ubicuo Alma llanera. Eran tiempos ingenuos, por lo que en La India leyó Ildemaro Urdaneta su poema de despedida a su novia (Cecilia), poco antes de salir de Caracas: Cuando le dije adiós, en su mirada/se reflejó la angustia de lo indefinido/Quiso decir pero no dijo nada/le rompió el corazón la despedida. Las despedidas eran costumbre, así se fuera a temperar a Los Chorros o a Macuto y, en este caso, el poeta tan sólo se ausentaba al interior por dos o tres días.
La India quedaba de Gradillas a Sociedad, en tiempos en que en Gradillas funcionaba la Panadería Ramella, que tenía un bar anexo, y en los que todavía circulaban las morocotas y los pachanos que, respectivamente, eran un dólar de oro y de cinco bolívares de oro; éstos con la efigie del Libertador mirando hacia el lado opuesto hacia donde miraba en el fuerte. En 1915, en La India, que era uno de muchos salones para damas y caballeros —o para familias—, fundados en todo el país en el alto siglo 19, discutían algunos poetas sobre las bondades enfrentadas de las rubias y morenas. El Padre Carlos Borges se acercó al grupo, luciendo un viejo paltó levita (pues entonces había cambiado la sotana por la capa de bohemio), y opinó. Lamentablemente, Billo no conocía estos versos cuando grabó, con dos de sus cantantes y orquesta, un contrapunteo sobre esa vieja controversia. Improvisó el Padre Borges: En conversación amena/piensa el hombre, sin disputa/cuál será más rica fruta/si la rubia o la morena/Y yo, que no soy don Juan/opino en mi bancarrota/de banquero cortesano/que si la rubia es pachano/la morena es morocota.
También eran tiempos en los que abundaban las anécdotas en otros lugares ubicados en los alrededores de la Plaza Bolívar. Carlos Zuloaga y Tovar, promotor de la Urbanización El Paraíso, fundó La Mejor en el lado oeste de la Plaza, justo donde luego sería ubicado el Cine Rialto (antes Teatro Princesa). Era ésta una tienda muy bien surtida, al lado de la cual el emprendedorZuloaga estableció una fábrica de hielo, llamada La Glaciere. Antes de ser convertida en un botiquín de lujo, allí se producían la Cola Champaña Z y la Soda Z. En La Glaciere, botiquín, un erudito bohemio contaba cómo los tambores y bailes negros habían llegado a Guatire desde Barlovento, pero no a Caracas. Decía éste que Francisco Berroterán, capitán general y gobernador de la Provincia de 1693 al 99, después de casado en Turmero con Luisa de Tovar y Mixares, la había llevado a conocer sus predios de Petare y Guatire. Eran días de las fiestas de San Juan y contaba el contertulio que la Marquesa manifestó el deseo de comparar los bailes de Turmero con los de Guatire, por lo que don Francisco reunió a todos los negros en su casa de ese pueblo, quienes tocaron a horcajadas tres tambores, unos más largos que otros, y acompañaron un frenético baile africano de cortejo, en el que una delirante negra se contoneaba, seductora y retadora, al ronquido de los tambores. Esos tambores y danzas, por supuesto, se mantuvieron reservados a los negros durante años, hasta que Eduardo Serrano revivió todo el asunto con Barlovento, que se puso de moda en 1941. (Según sus propias palabras, Serrano compuso este merengue, en el mismo año, en el botiquín La Crema, frente al Teatro Muncipal; habría de incursionar en ese ritmo afro venezolano con su San Juan to’ lo tiene).
También en La Glaciere, otro vate se refirió al ingenio del llanero en su música. Corrían los tiempos gomecistas y el general Pérez Soto promovía fiestas en San Fernando de Apure. La música estaba a cargo de la orquesta de un músico regional apellidado Richemont, que tocaba cuadrillas, valses y joropos. Según relata Diego Córdoba, se habló de que una noche se desafiaron en un contrapunteo dos jóvenes criollos ganaderos, ambos analfabetos. Después de larga pugna, entre el aguardiente y el zapateado, uno de ellos, sintiéndose vencido, de pronto preguntó: Contésteme, compañero/lo que voy a preguntar:/¿cómo pariendo la virgen/doncella pudo quedar? Refiere Córdoba que la copla generó sorpresa y entusiasmó a los circundantes y, mientras destellaban el arpa, el cuatro y las maracas, hubo como un resplandor divino en la frente del retador peón-cantador, quien repuso: Tira una piedra en el agua,/ha de abrir, ha de cerrar,/así pariendo la Virgen/doncella pudo quedar.
Esa Caracas pintoresca, de finos talles en las damas y el epigrama a flor de labios en la tertulias, ya no existe. A ella le cantó Billo en su Sueño caraqueñoPoco a poco se me ha ido mi ciudad/la han llenado de bonitos rascacielos/y sus lindos techos rojos ya no están./Los pasteles del Tricás después de misa/el Pampán de Gradillas a Sociedad/los vermuts los domingos por la tarde/donde toda la cuerdita iba a bailar./Se acabó la media lisa de Donzella/Jaime Vivas y el Trianón se fueron ya/ni la India ni la Francia y la Atarraya/Perecito en Palo Grande ya no está/Ya no queda ni el Roof Garden ni la Suiza/el frontón de Jai a lay no existe ya/las muchachas ya no van por La Planicie/y a Los Chorros casi casi nadie va…
El nostálgico bolero no presenta otros lugares de esparcimiento de la ciudad, lo cual sería imposible; por ejemplo, Billo no menciona al Rainbow Room, lugar de buena comida y música de primera, ubicado en lo que hoy es el Hotel Alba Caracas y que Vicente Amengual operó de 1943 a 1945, con un anexo llamado Beer Garden donde se expendía cerveza. Pero, en cambio, sí lo hace con la Cervecería Donzella, ubicada en el Edificio Washington de la Plaza Bolívar, justo al frente donde se instalaba la retreta los jueves y domingos. Allí nació la lisa de sifón. Durante la guerra no pudieron importarse más las jarras de cerveza de vidrio verde, que venían recubiertas con una armazón de aluminio; por eso se sirvió en vasos lisos y la gente comenzó a llamar “lisa” a la cerveza, que podía acompañarse de trocitos de queso de mano y pequeños sandwiches de carne cruda con mostaza. Esos pasapalos los había heredado Donzella de Strich, el primer propietario de la cervecería, donde también servían rosquillas en forma de ocho y sándwiches de conejo y de cochino, a diferencia de La India y La Francia, donde servían helados y podía acompañarse el champán o el coctel o el brandy, con petit paté. En La India no se bailaba, lo cual sí se hacía en La Francia con música sofisticada.
Los tiempos de la cervecería de José “Pepe” Donzella eran aquéllos en que nadie osaba tan solo mencionar el nombre del presidente Gómez, para evitar un carcelazo en La Rotunda. Allí, algunos contertulios decidieron ignorar a un poeta amigo que bebía mucho. Por eso, un día decidieron no hablarle para así obligarlo a no beber y marcharse a su casa. Pero no contaron con la “salida” del poeta, la cual bastó para que todos saltaran de sus sillas y huyeran despavoridos. Al acercarse a la mesa y ver que sus amigos sólo hablaban entre ellos, sin prestarle atención a él, éste se plantó frente a ellos y les espetó, a viva voz: “¡Ah no! ¡Eso si que no! ¡Yo no permito que en mi presencia se hable mal del general Gómez!”.

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